Hablar de valores y creencias nos implica siempre “completos”, es decir, sabemos que es más que ponernos de acuerdo, nos apasiona, nos compromete, nos atañe y afecta de una manera muy personal…

Sin embargo, explicitar este aspecto es, seguramente, nuestra tarea más importante, pues todos, dentro y fuera, explícita o implícitamente, vivimos en función de nuestros valores y creencias.

En este caso, no se trata sólo de lo que personalmente vivimos como valor, además nos compromete como formadores, tenemos que reflexionar, revisar, explicitar, transformar…

¿Qué es un valor? Vamos a considerar valor a aquéllo que tiene la capacidad de dar sentido a nuestro quehacer, cuando da acción a lo cotidiano.

Hablamos de “Formación de valores”, diciendo, implícitamente, que no están hechos, no son “dados”… se CONSTRUYEN.

Como toda construcción, se refiere a un PROCESO, que tiene génesis, transformaciones, cambios, retrocesos… Existen diferentes tipos de valores: morales, sociales, cívicos, religiosos…. sin embargo, en nuestra consciencia no actuamos cotidianamente separándolos… SON el motor de nuestro quehacer, como un todo.

Como escuela, espacio formador y socializador por excelencia, nos corresponde el trabajo y la intención de atender esta construcción de los valores, desde una perspectiva laica, es decir, trabajamos de una manera intencionada y consciente tanto valores morales como valores sociales.
Es en este entendido que abrimos el espacio para explicitar, reflexionar, conocer… y la importancia de que los padres de familia estén al tanto de lo que, como escuela, creemos, fomentamos, actuamos y vivimos, buscando la empatía con las familias, de forma tal que tanto el espacio escolar como el familiar ofrezcan al niño la posibilidad de desarrollarse en armonía.

Los valores normalmente son tan “nuestros”, tan de cada uno, que, así como lo queremos para nosotros, lo queremos para los demás.